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El trago amargo
por Stephen Schwartz http://www.islamicpluralism.org/1736/el-trago-amargo Traducido por Olivier Tafoiry
Diría incluso que palabras como "darse cuenta" y "comprender" adoptaron un nuevo significado. Darse cuenta y comprender la índole de estos hechos significó entender que todos los norteamericanos compartíamos esta experiencia, aun aquellos que, a diferencia de quienes estamos en Nueva York y Washington, estaban lejos de los acontecimientos. El shock fue tan extremo que nos unió de verdad, nos convirtió en una sola persona. Semejante frase podría parecer un cliché. Permítame, por lo tanto, explicarle: vimos y oímos que cientos de personas saltaron de los pisos superiores de las torres del World Trade Center; que, literalmente, llovieron cuerpos; que personas saltaron hacia su muerte desde 100 pisos de altura tomadas de la mano, que los cuerpos explotaron al estrellarse contra el suelo. Sabiendo que este horror específico ha acontecido, bebimos el trago amargo hasta el fondo. Esto me recordó la valiente lucha de los habitantes de la Ciudad de México luego del terremoto de 1985. Sin embargo, este tormento no fue infligido por los dioses de la tierra; fue más bien la jugada de los demonios ocultos en las almas de los hombres. Recordé lo que sigue siendo, para mí, la cosa más terrible que haya visto jamás: las filas de tumbas de niños albaneses en Kosovo. Reporteros que trabajaron todo el martes alimentados por la adrenalina, registrando con calma los horrendos acontecimientos, lloraron el miércoles; repentina, y brevemente, con algo de desesperación. Le comenté a uno de mis colegas que hay momentos en los cuales no puedo aguantar estos periodos de aflicción; en presencia de los niños albaneses de Kosovo muertos; en presencia de las fotos de humanos cayendo de torres de 110 pisos. La devastación nos aturdió. Nos tropezamos con nuestras palabras, olvidamos cosas que teníamos que hacer. En el segundo día, también reconocimos que esto podría ser sólo la primera ola de una campaña, y que no podíamos estar seguros del futuro inmediato. Pero seguimos nuestro camino de periodistas. Habitantes comunes y corrientes de Washington se preguntaban unos a otros si conocían a víctimas del Pentágono. Los reporteros simplemente mantuvimos los ojos en los cables y en las pantallas de televisión. Nos sentimos menos que humanos, privados de nuestro derecho natural a ser perturbados y asustados. La posibilidad de ataques contra los musulmanes observantes de la ley, nuestros amigos y vecinos, constituyó una preocupación para mí y algunos de mis colegas. Pero los estadounidenses parecían demasiado conmocionados para perpetrar semejantes ataques en nuestras propias calles, al menos a corto plazo. Por otra parte, repentinamente pareció imposible imaginar que Estados Unidos vuelva a adoptar alguna vez una posición conciliatoria respecto a los palestinos, cuyo prolongado apoyo al terrorismo contribuyó indudablemente a una atmósfera en la cual acciones como las del 11 de septiembre pudieron llevarse a cabo con relativa impunidad. También resultó claro que la doctrina Powell de amistad con los estados árabes, simbolizada por las propuestas de paz para Sudán de la semana pasada, quedaría ahora olvidada. Creo que estos acontecimientos se parecerán al horror de Oklahoma por el hecho de que, así como ese incidente puso fin para siempre a cualquier posibilidad política para el llamado movimiento patriótico que incitó a McVeigh, estas atrocidades acabarán definitivamente con el dominio de la mente estadounidense por parte de la mentalidad de los 60. Numerosos comentaristas buscaron establecer paralelos entre este evento y el ataque japonés a Pearl Harbor. Quienes tenemos una memoria histórica más amplia podemos recordar el bombardeo de Haymarket en Chicago en 1886, que desacreditó el anarquismo y la violencia radical en Estados Unidos durante 80 años, es decir, el tiempo de una vida humana. Me llamaron muchos colegas debido a mi conocimiento inusual de los talibanes, a algunos de los cuales había conocido en Bosnia. Desafortunadamente, lo que tal vez sea el peor aspecto de esta crisis es el darse cuenta de la falta de preparación de las autoridades estadounidenses para comprender la verdadera naturaleza de Bin Laden y del extremismo islámico. No obstante, en el segundo día tuvimos muchas expectativas de represalias militares por parte de la administración Bush. Mi ex colega Donald Rumsfeld parecía el más sensible y emocionalmente afectado de todos los altos funcionarios estadounidenses. Sin embargo, también se mostró desafiante al afirmar que el Pentágono abriría y estaría en funciones al día siguiente. Constituye ahora la mano de hierro. Empezamos a plantearnos la peor de las preguntas posibles: si nuestra democracia no había sido demasiado obesa, demasiado ufana, demasiado perezosa. Francia es una democracia pero nadie cuestiona las medidas de seguridad que adopta para su protección. Tal vez, entonces, hemos vivido demasiado tiempo en una felicidad ilusoria, pensando que nuestra aversión por las estrictas medidas de seguridad es más sagrada que nuestra seguridad. Le comenté a un querido colega bosnio: Sarajevo ha llegado a Estados Unidos. Categoría del Artículo: September 11, Terrorism receive the latest by email: subscribe to the free center for islamic pluralism mailing list |
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